Avalokiteshvara: el Bodhisattva de la Compasión
Avalokiteshvara, el Bodhisattva de la Compasión Infinita, puede ser el más conocido y amado de los icónicos bodhisattvas. A lo largo de todas las escuelas del Budismo Mahayana, Avalokiteshvara es venerado como el ideal de Karuna.
Karuna es la actividad de compasión en el mundo y la voluntad de soportar el dolor de los demás. En su origen se dice que fue un discípulo real del Buda Gautama, pero posteriormente se creó una figura mitológica en torno a sus principales cualidades. En el Tíbet se le conoce con el nombre de Chenrezig, en China como Guanyin y en Japón adopta el nombre de Kannon.
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La leyenda de Avalokiteshvara
La leyenda de Avalokiteshvara nos cuenta que cuando estaba a punto de alcanzar la completa liberación de este vórtice de renacimientos que es nuestro mundo, oyó a las rocas, a los árboles y a toda la creación. Cuando preguntó cuál era el significado de aquel sonido, se le dijo que su propia presencia aquí había dado a todos un sentido de inmanencia del éxtasis nirvánico, pero cuando él dejara este mundo, se perdería.
Por ello, en su abnegada e ilimitada compasión, él renunció a la liberación por la que se había empeñado durante incontables existencias, para que, continuando en este mundo él pudiera servir todo el tiempo como un maestro y como una ayuda para todos los seres. Aparece entre los mercaderes como un mercader, entre los príncipes como un príncipe, incluso entre los insectos cómo un insecto. Y está encarnado, instruyendo o ayudando misericordiosamente, a todos nosotros siempre que nos comunicamos.
Hay una encantadora leyenda china sobre el infinito poder de salvación de Avalokiteshvara, contada por personas muy simples que habitan una aldea en la remota naciente del Río Amarillo. Ellos nunca habían oído hablar de religión y sólo estaban interesados en el arte del arco y la flecha y en los caballos. Una mañana, una joven sorprendentemente hermosa apareció en la calle de la aldea, llevando una cesta forrada con hojas verdes y frescas del sauce y repleta de peces de escamas doradas del arroyo. La mercancía, que ella ofrecía, fue inmediatamente vendida y cuando terminó, ella desapareció.
A la mañana siguiente, ella volvió, y así fue por varios días. Los chicos de la aldea notaron su presencia y la buscaban, como era muy hermosa, varios le propusieron matrimonio. “Ah, honorables caballeros”, ella respondió, “ciertamente quiero casarme. Pero sólo soy una mujer: no puedo casarme con todos ustedes. Así, que si alguno de ustedes puede recitar el Sutra del Pozo Kuan Yin, será él quien yo escoja”.
Ellos nunca habían oído hablar de tal cosa, pero aquella noche se pusieron a estudiar. A la mañana siguiente, cuando la joven apareció, había treinta de ellos presentando el pedido. “Ah, honorables caballeros, soy sólo una mujer”, respondió de nuevo. “Si alguno de ustedes puede explicar el Sutra, él será a quien voy a desposar.”
A la mañana siguiente, ellos eran diez. “Si alguno de ustedes puede, en tres días, entender el significado del Sutra”, ella prometió, “será con el que me casaré.” Y cuando llegó la tercera mañana consecutiva, sólo había uno para saludarla. Su nombre era Mero. Y cuando lo vio, la bellísima joven sonrió. “Comprendo que entendiste el significado del sagrado Sutra del Poso Kuan Yin” dijo ella, y con alegría lo aceptó como esposo. “En mi casa me encontrarás, en la curva del río, y mis padres allí estarán para recibirte.”
Al atardecer, Mero buscó conforme a lo instruido, y en la curva del río, entre las piedras del margen, descubrió una pequeña casa. Un viejo hombre y una mujer en la puerta, y cuando se acercó, anunciando su nombre, el viejo hombre dijo: “Te esperamos desde hace mucho tiempo”, y la mujer lo llevó al cuarto de la hija.
Ella lo dejó allí, pero la habitación estaba vacía. De la ventana abierta vio una extensión de arena extendiéndose hasta el río y, en la arena, las marcas de los pies de una mujer, que él siguió, para encontrar, en la orilla junto a las aguas, dos sandalias doradas.
Él miró alrededor en el crepúsculo que se adentraba y no vio ninguna casa entre las rocas. Había solamente unos juncos a la orilla del río. Y entonces, de repente, él entendió, tuvo un arrebato como si comprendiese todo por la primera vez: la pescadora no era otro, sino el propio Avalokiteshvara que había traído la benevolencia del infinito piadoso Guan Yin y la religión a la aldea.
El sexo del Avalokiteshvara
La mayoría de los estudiosos dicen que hasta los inicios de la Dinastía Sung (960-1126) el Avalokiteshvara fue retratado en el arte como masculino. Desde el siglo XII, sin embargo, en gran parte de Asia, Avalokiteshvara tomó la forma de una diosa madre de la misericordia.
La ascensión de la veneración de la diosa madre Guanyin sucedió al mismo tiempo – siglos 12 y 13 – que el culto de la Virgen María que fue ganando popularidad en Europa. A veces, el Avalokiteshvara es retratado con características de ambos sexos.
Este es un símbolo de trascendencia de las dualidades, tales como las distinciones de género masculino-femenino del Bodhisattva. Además, el Sutra del Loto dice que el Avalokiteshvara puede manifestarse en cualquier forma que sea más adecuada para la situación, para traer la compasión infinita o como dice el significado de su propio nombre es “quien oye los lamentos del mundo”.
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