La historia que inspira la imagen del Justo Juez
La denominación Justo Juez, se dice que está inspirada en el momento bíblico en que el Señor Jesús fue presentado ante Poncio Pilatos y declara que su Reino no es de este mundo.
También cuando la esposa de Pilatos llama a éste y le dice “no te metas con ese Justo, pues he sufrido en sueños anoche por Él”, de ahí la advocación de Justo Juez que varias Hermandades (Quetzaltenango, Samayac, San Juan Ostuncalco, Huehuetenango, Escuela de Cristo Antigua, Capuchinas en la Capital, Salcajá, San Andrés Xecul, San Cristóbal Totonicapán y otras) adoptaron como imagen principal para representar a Jesucristo.
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En específico, la imagen del Divino Justo Juez de la Santa Iglesia Catedral de la ciudad de Quetzaltenango, es una joya colonial burilada y tallada en 1.531 por Juan de Aguirre, de origen Peninsular.
Según el mismo Aguirre, venía del Perú y se le encomendó tallar la imagen de Jesucristo por solicitud del Padre Franciscano Gonzalo Méndez. Juan de Aguirre esculpió varias imágenes, siendo la más famosa la del Justo Juez, luego entró a la orden Franciscana en Guatemala con carácter de Fraile lego.
Historia del Justo Juez
Existe un cuento crónica llamado la Visión del Alba del historiador Quetzalteco Francisco Cajas Ovando, en el cual narra cómo surge un mandato divino para nombrar al Nazareno Justo Juez, un fragmento de esta historia dice:
Un día jueves los cielos estaban clarísimos que parecía el día iba a estallar en partículas de mil soles, aquella luz iluminaba el taller de Juan mientras esculpía varios ángeles para la capilla de Loreto del Templo de San Francisco el Grande, Dios había querido enviar a los heraldos divinos, salidos de las manos de Juan para que anunciaran un portento.
La luz amarillenta de las velas iluminaba la estancia, los ángeles en su rigidez parecían tener vida y estar gozosos de algo. La noche silenciosa invadió todos los lugares de la ciudad.
Juan de Aguirre quiso salir a dar un corto paseo por las calles de la capital pero sintiéndose cansado dispuso dormir. Ya echado sobre su catre se fue durmiendo lentamente con la vista puesta en el Cielo.
Ya el Alba tendía su manto celeste sobre el firmamento cuando Juan sintió que lo movían, despertase inquieto y vio una blanca mano aferrada a su brazo derecho al levantar la vista asustado vio la tez blanca y perfecta de uno de los ángeles que había esculpido.
Pero ¡cómo!, Juan venid conmigo que el Señor espera. Habláis imposible vos eréis el ángel que yo hice, Juan seguidme y sabréis todo.
Amodorrado completamente Juan de Aguirre siguió al ángel de blanca túnica y tiara brillante en la cabeza. Transpusieron el umbral de la casa y ya en la calle contempló atónito a los otros ángeles que le sonreían.
Todos con vida no es posible –exclamó- Los ángeles cargaban una litera de oro adornada con bellas telas. Entrad Juan dijo el ángel pasad.
Juan entró y al momento los ángeles comenzaron a volar llevando en hombros la litera; a los pocos segundos la semi claridad se tornó en un día de sol radiante con campos llenos de rosas y flores bellísimas, las rubias cabelleras de los ángeles danzaban al viento como hebras de oro caídas del cielo. Se detuvieron ante un jardín exquisito. Él ángel dijo:
Juan podéis bajar, aquí es.
Por el Dios vivo, decid, que hago aquí.
Caminad por ese sendero que la Reina viene a veros.
La Reina
Juan miró a los ojos al ángel y echo a caminar, a medida que andaba las flores se volvían más fragantes, más hermosas; millares de aves volaban por el cielo gorjeando dulcemente, Juan estaba maravillado.
De pronto distinguió una figura que venía caminando hacia él, luciendo un manto carmín y una túnica blanca.
Juan alzó los ojos y la vio y fue tal la sorpresa que cayó de rodillas, Dios mío, si es la Virgen, si es la Dolorosa, que he hecho.
Ante él estaba la escultura de la Dolorosa de Obide y viva ante el las aves y las flores estaban detenidas en derredor y los ángeles tenían la rodilla en el suelo.
Madre, madre mía exclamo Juan al ver la más dulce de las sonrisas del mundo, en los labios de la Virgen.
Con toda ternura la Virgen le puso las manos de azucena sobre la frente y lo bendijo. Luego levantando la mano señaló hacia el frente. Lo que vio Juan lo dejó mudo, era el esplendor del Nazareno. Cansado y abatido aparecía Jesús entre unas nubes. Tras él un ángel portaba unas balanzas, la justicia del cordero.
Juan cerró un momento los ojos y cuando volvió a abrirlos estaba acostado en su taller, tal impresión tenia que se levantó inmediatamente, los ángeles estaban tal y como la noche anterior los había dejado, se acercó, los palpo dándose cuenta que estaban rígidos incapaces de hablar o de moverse.
En su mente tenia grabada una figura. Emocionado inmediatamente burilo la imagen de Jesús -Justo Juez-.
Cuando terminó la obra Juan se maravilló ante la doliente y agobiada majestad del Nazareno que llegaba cansado al monte Calvario y aquellos moretones, y aquel gesto y la crispación de sus manos y aquella espalda doblegada de dolor de peso de martirio.
Y aquel paso elegante del Dios Nazareno que cargaba la cruz por impartir amor dulzura y esperanza. Ahí estaba ante la figura del Nazareno tal y cual la había visto aquella madrugada.
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