La casa negra de la colonia Roma: un lugar que hay que evitar
La colonia Roma en Ciudad de México fue construida durante el siglo XX y alberga todavía algunas casonas señoriales que el tiempo condenó a la ruina y el olvido. Sin embargo, una de ellas, la conocida como la casa negra de la colonia Roma, aún sigue causando el interés y también el terror de quienes pasan junto a ella.
Está situada en el número 191 de Álvaro Oregón. Su historia esconde momentos terribles y vergonzosos basados en el desconocimiento y el fanatismo cuyos frutos han sido, según se dice, espíritus errantes que recorren la casa lamentándose y expulsando con su poder a quienes intentan permanecer en ella.
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La casa negra y su historia
La trágica historia de esta casa se remonta a 1935, cuando el edificio ejercía de refugio y hospital para las personas infectadas de fiebres tifoideas. Una enfermedad que en aquellos tiempos era demonizada, se creía un castigo divino, y nadie quería tener cerca a enfermos de este tipo. Y eso que se sabía que la enfermedad era curable, pero no había medios para tratar a todos los pacientes por igual.
Por tal motivo una noche, los vecinos de la colonia cerraron las puertas de la casa y le prendieron fuego. Dentro chillaban aterrorizados pacientes, médicos y enfermeras, tratando de huir de las llamas. Pese a que el edificio soportó el fuego, las personas que estaban en él murieron carbonizadas o asfixiadas por el humo.
Nuevos inquilinos
Con el paso del tiempo, la casa negra fue reparada y adquirida posteriormente por un comprador apellidado Mondragón. Allí se trasladó con toda su familia, compuesta por su esposa y tres hijos. La leyenda cuenta que no duraron más de un mes. Tras este periodo aparecieron muertos todos los miembros de la familia. Los investigadores que llevaron el caso no fueron capaces de determinar las causas de las muertes. La maldición de la casa quedó confirmada.
Abandono de la casa negra
Desde entonces la casa quedó en propiedad del gobierno, que no ha sido capaz de destinar a ningún tipo de uso. Según dicen los que han entrado en ella, a partir de las diez de la noche comienzan a escucharse todo tipo de gritos, llamadas de auxilio, golpes en las puertas y demás fenómenos paranormales.
Para unos se trata de las almas atormentadas de las personas que fueron quemadas allí. Para otros son los espíritus de los hijos del matrimonio Mondragón, que recorren las estancias en eterna peregrinación. Sea una cosa u otra, lo cierto es que los trabajadores que han entrado para intentar hacer alguna reparación han salido corriendo. Nadie quiere acercarse a la casa.
Ni siquiera los indigentes han sido capaces de ocuparla. Durante la noche la temperatura desciende considerablemente y fuerzas invisibles expulsan con violencia a los molestos visitantes. Los vendedores ambulantes y los puestos de comida no se pegan a sus muros ya que consideran que la casa está maldita y pueden sufrir sus consecuencias.