Leyendas mexicanas: dioses, monstruos y lamentos
México es de los países más ricos en historias mitos y leyendas. Las leyendas mexicanas con relatos de acontecimientos folclóricos que se transmiten de forma oral y que hablan de hechos naturales o extraordinarios que nacen de lugares verdaderos tornado así más verosímiles los relatos.
Conocer las leyendas mexicanas es conocer un poco de la cultura del pueblo, con historias que mezclan relatos de los indios, con hechos más actuales e historias foráneas van constituyendo narraciones que transmite valores, enseñanza, habla de los miedos, aspiraciones, de la religión o de hechos de personas comunes que soportan el paso del tiempo y van ganado popularidad con el correr de los años.
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Veamos algunas de las leyendas mexicanas más populares y difundidas incluso más allá de las fronteras del lugar de donde nacen.
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Leyendas mexicanas
La llorona
La leyenda de la llorona, es sin duda la historia más difundida de México. Éste es un personaje legendario muy conocido también en otros países Hispanoamericanos. Se trata de una mujer que perdió a sus hijos, que fue convertida en un alma en pena, los busca en vano, perturbando con su llanto a los que le oyen. Hay muchas versiones de la historia, pero los hechos principales mantienen rasgos comunes.
La historia dice que era una mujer indígena, apasionada por un caballero español o criollo, con quien tuvo tres niños. Sin embargo, no formalizó su relación: se limitaba a visitarla y evitaba casarse con ella. Pasado un tiempo, el hombre se casó con una mujer española, pues tal enlace le resultó más conveniente. Al cerciorarse de esta traición, la india, enloqueció de dolor y ahogó a sus tres hijos en el río. Después de ver lo que había hecho, se suicidó.
Desde entonces, su fantasma se ha oído gritar “¡Ay, hijos míos!” o se escucha un llanto, un lamento. Se la suele encontrar en la orilla de los ríos, recorriendo lugares campestres, pequeñas villas en busca de sus hijos. Se dice que rapta a los hijos de otros padres para hacerlos desaparecer.
Los Alebrijes de Oaxaca
Esta historia es relativamente nueva y se remonta al año de 1936 cuando el artesano Pedro Linares López que vivía en la Ciudad de México sufrió una enfermedad que lo dejó al borde de la muerte. Muy enfermo, tuvo fuertes alucinaciones que le hicieron imaginar estar en un bosque donde vio seres surrealistas que lo acompañaron en el camino de vuelta a la conciencia.
En el recorrido escuchaba a las criaturas gritar “Alebrijes!” “¡Alebrijes!”. El nombre en sí no tiene significado alguno, pero debido al sueño sus obras en papel cartón representando a esos seres de otro mundo ganaron esta nomenclatura.
Sin embargo, la historia de la artesanía en madera de estos animales es de larga data. Ellos comenzaron a ser tallados por los Zapotecas más o menos 200 años d. C. en la ciudad de Oaxaca. Creían que la pieza atraía suerte, además de usarlas como trampas de caza, fines religiosos y espantar a los malos espíritus de las pesadillas. Los niños también recibían estos muñecos como regalos para jugar, tradición que continúa hasta hoy.
Dice la leyenda que sólo seres de otro mundo serían capaces de espantar las más terribles pesadillas. Por eso, criaturas míticas y a veces asombrosas, que ganaron el nombre de Alebrijes de Oaxaca en el siglo 20, vienen a ocupar este lugar y toman forma en las manos de los artesanos oaxaqueños para cumplir su papel de protectores de sueños y traer suerte.
Las figuras en madera, como dijimos, no tenían un nombre específico y, por eso, con el tiempo se adoptó el nombre “Alebrijes de Oaxaca” teniendo como referencia el caso y las obras de Pedro Linares. Se estima que actualmente hay más de 150 familias que viven del oficio en la región construyendo estos “monstruos” que son verdaderas obras de arte e inspiran más ternura que horror.
La leyenda del chocolate
Cuenta la leyenda que el dios “Quetzcoalt”, señor de la Luna plateada y de los vientos helados regaló a los hombres, un presente robado del país de los dioses.
Queriendo dar a los mortales algo que los alimentara bien, los llenara de energía y placer, Quetzcoalt fue a los campos luminosos del Reino de los Hijos del Sol para de allí robar las semillas del árbol sagrado. Luego de coger las semillas las plantó en Tula.
Luego le pidió al dios del agua, Tláloc, que enviara lluvia a la tierra para que la planta se pudiera alimentar y crecer. Después fue a pedirle a Xochiquetzal, diosa del amor y la belleza y que le diera al árbol flores hermosas. Con el tiempo la planta floreció y dio frutos de cacao.
Quetzalcóatl les enseñó a los toltecas como tostar los granos, molerlos y después batirlos con agua para así obtener una rica bebida, el “tchocolatl”, como era llamado, tenía tanta importancia entre estos pueblos, que la bebida al inicio, sólo era consumida por reyes, nobles y guerreros.
Fue esta mezcla que el emperador azteca Moctezuma ofreció al conquistador español, Fernando Cortez, confundiéndolo con algún dios por las ropas que usaba y por venir montado en un caballo.
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