Meditación de San Francisco para atraer la Paz
La meditación de San Francisco está basada en la oración franciscana para la paz, una plegaria atribuida a San Francisco de Asís (1181 -1226), que invoca el amor, el perdón y la unión en la vida del practicante.
A pesar de su origen católico, la meditación de San Francisco es ejecutada por seguidores de distintas corrientes espirituales, debido a su contenido universal, cargado de compasión y sabiduría.
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San Francisco de Asís es el santo patrono de los animales, el medio ambiente y los animales. Fue el fundador de la Orden Franciscana, y el primer caso documentado de estigmatizaciones.
Nacido en Asís (Italia), era un hombre de costumbres sencillas y austeras, que renunció a una vida de lujos junto a su familia (descendía de ricos comerciantes), para dedicarse al servicio de Dios.
Practicar la meditación de San Francisco es una forma formidable de atraer la paz, independientemente de la corriente espiritual que sigas. Si te sientes incomoda al referirte al Señor, puedes sustituirlo por Universo o el nombre de la divinidad de tu devoción.
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¿Cómo practicar la meditación de San Francisco?
La mejor hora para practicar la meditación de San Francisco es al despertar, antes de iniciar con las actividades diarias, incluso puedes hacerla antes de levantarte de la cama, y verás cómo cambia tu día.
Colócate en una posición cómoda (sentada, acostada o de pie). Respira profundo una vez, y recita la oración para ti misma, sin mover los labios (mentalmente), mientras respiras normalmente.
Si memorizaste la plegaria, puedes cerrar los ojos mientras la entonas. En caso contrario, una opción es copiarla en un archivo del teléfono móvil, para aquellos que siempre lo revisan al despertar, o escribirla en un trozo de papel y mantenerla cerca, en un lugar visible, para poder leerla.
A continuación se transcribe la oración franciscana para la paz, cuya autoría es atribuida al mismo San Francisco de Asís:
¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.
Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna.
Una vez finalizada la plegaria, respira profundamente una vez más, y prepárate para comenzar tu día, con una buena dosis de energía positiva.
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