Ninfas, la inmortalidad en forma de mujer de las hijas de Zeus
Las ninfas desconocen el paso del tiempo. Esta deidad menor, proveniente del propio dios Zeus ha logrado vencer el paso del tiempo.
Anteriormente conocidas con el título de olímpicas, por estar en todas las reuniones del Olimpo, son espíritus divinos que animan la naturaleza, merodeando durante siglos entre árboles, en las cimas de montañas, en ríos, arroyos, cañadas y grutas.
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Según donde se les encuentren, podrán dividirse en tres tipos: agrónomas, orestiades y náyades. Sin embargo, todas tienen el don de la inmortalidad, así como también sus hijos, quienes nacen completamente inmunes a la muerte y sus padecimientos.
Las primeras revelaciones de las ninfas se remontan a la antigua Grecia, donde eran espíritus invariablemente vinculadas a lugares.
Para conocer más sobre ellas hay que husmear en las historias de Homero, donde las describe jugando con Artemisa (diosa de la noche), bailando entre ellas e, incluso, vigilando el destino de los mortales.
Es común que en la mitología estén presente las ninfas como ayudantes de otras deidades, así como consta en las vivencias del reconocido Apolo, así como del juerguista dios del vino Dioniso y dioses rústicos como Pan y Hermes.
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Los escondistes de las ninfas
Las ninfas han ido adaptándose con el paso del tiempo y garantizando que su historia, así como ellas mismas, sea inmortal.
Para evitar el contacto con los mortales, las ninfas fueron apartándose cada vez más a lugares aislados, donde no pudieran ser vistas o capturadas por los viajeros.
No obstante, los encuentros a veces eran inevitables y tenían graves consecuencias para los hombres, quienes solían padecer enmudecimiento, enamoramiento, locura o apoplejía.
A veces, las ninfas han incluso aparecido en las historia con otro nombre, como es, por ejemplo, las nereidas.
La llegada al presente de las Ninfas
La presencia de las ninfas sigue presente hasta la actualidad.
Así queda demostrado en el uso del lenguaje, ya que su carácter libre (que les permitía tener relaciones sexuales con hombres y mujeres por igual) ha quedado impregnado en palabras como “ninfomanía” (termino para referirse al deseo de mantener relaciones intimas a un nivel que pueda considerarse clínicamente relevante, tanto en hombres como en mujeres) y en “nínfula” (para aludir a una muchacha sexualmente precoz).
De esta manera, se percibe cómo su efecto permanece intrínseco en la humanidad, indiferentemente del paso del tiempo o que ya no sean percibidas socialmente como una deidad.
Las ninfas no han dejado de existir, solo se han escondido entre la naturaleza y, desde la distancia, seguir vigilando el destino de quienes pasan por la tierra.
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