Oración a Jesús de los monjes del monte Athos
La oración a Jesús es una de las manifestaciones más importantes de la fe en el hijo de Dios. Son muchas las oraciones dirigidas a su nombre. Así como son variadas las formas de orar, rezando, conversando, meditando, etc.
La oración a Jesús de la cual hablaremos en este artículo es la llamada oración del corazón o la oración de la invocación de Jesús, practicada por los monjes ortodoxos del monte Athos y se remonta a los orígenes del surgimiento de esta orden.
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El primero en mencionarla explícitamente fue Diadoco de Fotice, en el siglo IV: «Los que no cesan de meditar en las profundidades de su corazón el nombre santo y glorioso de Jesús, podrán ver un día la luz en su espíritu”.
El origen de la oración a Jesús es mucho más antiguo, ya se encuentra en los Evangelios: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!». Gritaba con insistencia al ciego que estaba al borde del camino de Jericó. También cuando clamaban los diez leprosos, en las tierras de Samaria: «¡Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros!» Todos fueron sanados, gracias a su fe y la profundidad de su clamor.
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La oración a Jesús
Esta invocación tan simple, pero continua “Jesús, ten piedad de mí”, y hecha de un deseo lleno de dulzura y de alegría, hace que el espacio del corazón se transborde en alegría hasta la serenidad, hasta que el pensamiento no cese de invocar el nombre de Jesús, y el espíritu esté totalmente atento a la invocación del nombre divino; la luz del conocimiento de Dios cubre con su sombra toda el alma como una nube inflamada en llamas.
La oración a Jesús, dicen los ortodoxos, es semejante a la oración del rosario de María en su origen y objetivo. Ambas tienen sus raíces en los medios monásticos de Oriente (la oración de Jesús) y de Occidente (rosario). Ambas son oraciones de súplicas. En ambas imploramos lo que más deseamos y necesitamos de verdad y que no sabemos, porque podemos desconocer lo que deseamos. En ambas pedimos que el Espíritu hable en nosotros. Utilizando para ello palabras de la Escritura o propuestas por la Iglesia y por la Tradición.
Son oraciones para todas las personas, que recitadas con tranquilidad y sin prisa. Concentrando dócilmente el ánimo en lo que decimos, producen tranquilidad. Con el tiempo y la perseverancia, la paz duradera y la restauración de la vida.
La oración de Jesús, es muy breve. Por eso, puede ser rezada en cualquier lugar y en cualquier hora. Esta oración implica una técnica simple que es aspirar aire mientras se dice la oración. Y imaginar que llevas ese aire junto con la oración al centro del corazón, una vez ahí se repite la oración y se profundiza hacia el interior del corazón. Los monjes del monte Athos la repiten decenas o centenas de veces en el día y puede decirse de la siguiente manera: “¡Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de nosotros!” o “Jesús, Hijo de Dios, por medio de la Virgen María, ten compasión de ¡nosotros pecadores!” o simplemente “Jesús, ten piedad de mí”.
Esta oración se ajusta perfectamente al consejo evangélico: «Hay que orar incesantemente, sin desfallecer«.
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