Oración Salve Reina, el camino más corto para llegar a Jesús
El camino más corto para llegar a Jesús. Eso representa la Virgen María para el catolicismo. La oración Salve Reina es una de las maneras católicas más populares de acceder a la luz espiritual de la que habla la Biblia pero a través de la santa madre de Dios, la única “bendita entre todas las mujeres”.
Es ese sentido maternalista hacia él, y toda la humanidad, el que la hace infinitamente compasiva, sensible y tolerante. La oración Salve Reina es una manera de invocar todas estas características para acercarnos a la santísima trinidad que expone la religión católica: padre, hijo y espíritu santo. Estudiosos de esta doctrina creen profundamente que como todo hijo primoroso, Jesús se conmueve al escuchar sus peticiones. Por ese amor que guarda, obedece con infinita justicia y benevolencia a perdonar y auxiliar a los desamparados.
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Justamente es eso lo que hace del Salve Reina una oración tan especial. En ella, sus hijos no solamente ruegan por su intercepción. Sino que también se le reconoce a María según la importancia que guarda en los relatos legendarios de varias religiones. Como una fuente de vida y prosperidad. En la oración Salve Reina, además, se desnuda la carne para mostrarse desde la sensibilidad del alma, desde la verdadera sed de salvación en medio de los tormentos que deja el mundo a sus habitantes terrenales.
Y como la historia religiosa antiquísima ha dejado escrito, la reina de la misericordia tiene un corazón propenso a ayudar siempre a los más necesitados. Básicamente es este el sentido de toda la oración Salve Reina. Reconocerte como un ser hambriento de sabiduría espiritual, desamparado en medio de tinieblas pero fortalecido en fe, te permitirá acceder al reino de los cielos para tener bendiciones infinitas. Perenemente con la consagración de la madre de Dios a través del Salve Reina.
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El origen de la Oración Salve Reina
La Oración Salve Reina es un canto mariano (dedicado a María) que se canta en la Iglesia Católica hace cientos de años, y alaba a María por la misericordia y la justicia en la tierra, como nuestra abogada e intercesora.
Hay varias versiones sobre el origen de esta oración, pero la más famosa y considerada por muchos estudiosos como verdadera dice que fue escrita por un monje benedictino en 1050, su nombre era Herman Contrat, fue un monje alemán nacido en 1013 que nació con graves problemas de salud, y por eso su madre siempre rogó por él y lo consagró a la Virgen María.
El período de la historia que le tocó vivir a Herman en Europa fue muy difícil, había horribles guerras, pestes, calamidades e invasiones crueles a las ciudades. Los bárbaros invadían y provocaban miedo, sufrimiento, dolor y muchas muertes. El monje sufría de raquitismo, enfermedad que le causó parálisis, atrofia de la columna, quedando paralítico. Con una vida limitada y una frágil salud, sus padres entregaron al niño a los monjes benedictinos, que lo criaron en un internado.
A pesar de todas las limitaciones que sufría Contrat nunca perdió su fe. En los versos «a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas » se puede percibir lo doloroso y la experiencia de vida que tuvo el monje. Él nunca perdía la esperanza y seguía devoto de la virgen. Sus limitaciones no le impidieron estudiar, convirtiéndose en un prominente astrónomo, matemático, físico, teólogo, poeta y músico, un verdadero ejemplo de superación. Él creía que Dios le reservaría un final feliz, y por eso termina la oración Salve Reina con frases de confianza, de amor, de dulzura y de certeza que Dios jamás nos abandonará.
Oración Salve Reina
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida y dulzura y esperanza nuestra:
Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;
a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, señora abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos
y, después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clementísima! ¡oh piadosa! ¡oh dulce Virgen María!
Ruega por nosotros santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas
de nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
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