Salmo 109, oración contra los impíos
El salmo 109 se da en un contexto negativo, ya que David estaba enojado porque gente muy mala lo estaba ofendiendo con mentiras y burlas. A pesar de eso, él ama a sus enemigos y pidió a Dios por ellos.
Este salmo nos enseña que a pesar de que debemos odiar el mal y luchar para vencerlo, somos hijos de Dios, y por lo tanto somos seres de amor qué debemos derramar bendiciones incluso sobre aquellos que tienen un comportamiento indigno.
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Petición de venganza en el salmo 109
De la misma forma en que Dios le ofrece amor al mundo, a pesar de que hemos sido llamados para aborrecer el pecado, también se nos ha encomendado amar al pecador. Solo a través de la fuerza que nos brinda Dios seremos capaces de seguir el ejemplo de David para con nuestros enemigos. Esa es una de las principales reflexiones que nos deja el salmo 109.
De igual forma el salmo 109 nos enseña, que a pesar de que vivamos momentos de angustia y rechazo, causados por personas que no entienden ni pueden ver las maravillas que ofrece el poder de Dios, la luz y la fe que tenemos en nuestros corazones gracias al Todopoderoso, no debe permitirnos desmayar.
En nuestro camino encontraremos muchas personas que serán capaces de herirnos diferentes maneras, envolviéndonos con odio y mentiras, cuando solamente buscamos darles amor y la palabra de Dios. Dichas personas son tan malas, que no les importará acabar con tu vida y dejar a tus seres queridos con el vacío de tu ausencia.
De igual forma, tendrán la idea de que pagues por tus buenas acciones y no les importará hacer cualquier cosa por verte hundido. Si has vivido estas situaciones, te has sentido deprimido, y además no has podido evitar que te afecten, la única manera de resolver tu problema es buscando a Dios.
Mientras el mundo rechaza su presencia, tu creencia, tus oraciones diarias y tu amor, serán en el canal perfecto para reforzar las bendiciones que el Padre ha dispuesto para ti desde la creación del hombre. Este salmo nos invita a tener más amor hacia nuestro creador, a reconocer su omnipotencia, y a tener más fe en su poder, restándole importancia a las palabras sin ningún sentido y llenas de odio que los pecadores nos manifiestan en nuestro día a día.
Salmo 109
1 Del maestro de coro. De David. Salmo.
Dios de mi alabanza, no te quedes callado,
2 porque unos hombres malvados y mentirosos
han abierto su boca contra mí.
Me han alabado con mentira en los labios,
3 me han envuelto con palabras de odio,
me combaten sin motivo.
4 Me acusan, a cambio de mi amor,
aunque yo oraba por ellos.
5 Me devuelven mal por bien
y odio por amor, diciendo:
6 «Que se ponga contra él a un impío,
y tenga un acusador a su derecha;
7 que salga condenado del juicio
y su apelación quede frustrada.
8 Que sean pocos sus días
y que otro ocupe su cargo;
9 que sus hijos queden huérfanos,
y su mujer, viuda.
10 Que sus hijos vayan errantes, pidiendo limosna,
y sean echados de sus casas derruidas;
11 que el acreedor se apodere de sus bienes,
y gente extraña le arrebate sus ganancias.
12 Que ni uno solo le tenga piedad,
y nadie se compadezca de sus huérfanos;
13 que su posteridad sea exterminada,
y en una generación desaparezca su nombre.
14 Que el Señor recuerde la culpa de sus padres,
y no borre el pecado de su madre:
15 que estén siempre delante del Señor,
y él extirpe su recuerdo de la tierra.
16 Porque nunca pensó en practicar la misericordia,
sino que persiguió hasta la muerte al pobre,
al desvalido y al hombre atribulado.
17 Amó la maldición: que recaiga sobre él;
no quiso la bendición: que se retire de él.
18 Se revistió de la maldición como de un manto:
¡que ella penetre como agua en su interior
y como aceite en sus huesos;
19 que sea como un vestido que lo cubra
y como un cinturón que lo ciña para siempre!».
20 Que así retribuya el Señor a mis acusadores,
a aquellos que me calumnian.
21 Pero tú, Señor, trátame bien,
por el honor de tu Nombre;
líbrame, por la bondad de tu misericordia.
22 Porque yo soy pobre y miserable,
y mi corazón está traspasado;
23 me desvanezco como sombra que declina,
soy sacudido como la langosta.
24 De tanto ayunar se me doblan las rodillas,
y mi cuerpo está débil y enflaquecido;
25 soy para ellos un ser despreciable,
al verme, mueven la cabeza.
26 Ayúdame, Señor, Dios mío,
sálvame por tu misericordia,
27 para que sepan que aquí está tu mano,
y que tú, Señor, has hecho esto;
28 no importa que ellos maldigan,
con tal que tú me bendigas.
Queden confundidos mis adversarios,
mientras tu servidor se llena de alegría:
29 que mis acusadores se cubran de oprobio,
y la vergüenza los envuelva como un manto.
30 Yo daré gracias al Señor en alta voz,
lo alabaré en medio de la multitud,
31 porque él se puso de parte del pobre,
para salvarlo de sus acusadores.
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