Salmo 39, la fragilidad, debilidad y pequeñez de la humanidad
El Salmo 39 es muy destacado porque nos revela la fragilidad, la debilidad y la pequeñez de la humanidad. El Rey David aquí nos expresa la vanidad de la existencia humana.
Este salmo le debía ser entregado a Jedutún, el músico principal, quien lo incorporaría al culto del templo. David determinó guardar su lengua para no pecar, así que decidió no quejarse ante otros de cómo Dios lo trataba. Sin dudas, David tenía razones para quejarse.
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Era el rey ungido de Israel, pero fue perseguido por años. Luego uno de sus hijos trató de matarlo para ser rey en su lugar. Pero David decidió no quejarse de sus problemas con los demás, sino que llevó sus quejas directamente a Dios.
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Usos del Salmo 39
Aquí en esta tierra somos solo peregrinos y extranjeros, pero nosotros no lo consideramos así. Queremos instalarnos en un pequeño rincón aquí en la tierra y pensar que ese lugar será permanente. Queremos rodearnos de una falsa seguridad.
Debemos decir que lo mejor que podemos ser aquí, es ser peregrinos y extranjeros en esta tierra, y así es con esa actitud que deberíamos vivir nuestra vida. Estamos en un viaje y, como aquellos grandes de la fe.
La vida es corta sin importar cuánto vivamos. Si hay algo importante que queramos hacer, no debemos posponerlo para otro día. Es irónico que la gente pase tanto tiempo asegurando su vida en la tierra y muy poco o nada en donde pasará la eternidad.
David se dio cuenta de que las sorprendentes riquezas y las tareas terrenales que nos llevan tanto tiempo alcanzar no tienen ningún valor en la eternidad. Muy pocas personas comprenden que su única esperanza es el Señor.
En el Salmo 39 el salmista una vez más nos expone su propia vida como ejemplo para reflexionar. Pensar en el dolor y en las injusticias de la vida provoca a veces indignación, como David lo expresa cuando dice “se enardeció mi corazón” y cuando ello nos lleva al borde de la muerte nos damos cuenta de cuán efímera es la vida.
Nuestra existencia es tan transitoria que la muerte es lo único certero que tenemos y ni siquiera sabemos en qué momento tocara a nuestra puerta.
Por lo tanto, debemos recapacitar y seguir los consejos del salmista en este pasaje y estar conscientes que con el Señor no acumulamos tesoros aquí en la tierra, en esta vida tangible, si no en aquella que viene después de nuestra desaparición física.
Salmo 39
1 Yo dije: Atenderé a mis caminos,
Para no pecar con mi lengua;
Guardaré mi boca con freno,
En tanto que el impío esté delante de mí.
2 Enmudecí con silencio, me callé aun respecto de lo bueno;
Y se agravó mi dolor.
3 Se enardeció mi corazón dentro de mí;
En mi meditación se encendió fuego,
Y así proferí con mi lengua:
4 Hazme saber, Jehová, mi fin,
Y cuánta sea la medida de mis días;
Sepa yo cuán frágil soy.
5 He aquí, diste a mis días término corto,
Y mi edad es como nada delante de ti;
Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. Selah
6 Ciertamente como una sombra es el hombre;
Ciertamente en vano se afana;
Amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá.
7 Y ahora, Señor, ¿qué esperaré?
Mi esperanza está en ti.
8 Líbrame de todas mis transgresiones;
No me pongas por escarnio del insensato.
9 Enmudecí, no abrí mi boca,
Porque tú lo hiciste.
10 Quita de sobre mí tu plaga;
Estoy consumido bajo los golpes de tu mano.
11 Con castigos por el pecado corriges al hombre,
Y deshaces como polilla lo más estimado de él;
Ciertamente vanidad es todo hombre. Selah
12 Oye mi oración, oh Jehová, y escucha mi clamor.
No calles ante mis lágrimas;
Porque forastero soy para ti,
Y advenedizo, como todos mis padres.
13 Déjame, y tomaré fuerzas,
Antes que vaya y perezca.
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