San Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia
San Agustín fue, posiblemente, uno de los más importantes pensadores y teóricos de la historia del cristianismo. Amante del saber, pasó por la filosofía y el maniqueísmo antes de convertirse definitivamente a la fe católica, a la que se dedicó por completo.
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San Agustín: de los vicios a la devoción cristiana
Aurelio Agustín de Hipona, más conocido como San Agustín, nació un 13 de noviembre del año 354 en el norte de África, en un pueblo que hoy se conoce como Souk-Ahras. Hijo de un propietario pagano llamado Patricio, y de una madre devota del cristianismo, fue ella quien sembró la semilla de la fe en el pequeño Agustín. A pesar de tener una formación cristiana desde muy pequeño de mano de su madre Mónica (quien luego sería canonizada), el pequeño Agustín fue un niño travieso y revoltoso.
Incluso más: a partir de los 15 años comenzó a tener problemas. Sus padres, que querían que estudiara, lo enviaron a Cartago para su preparación. Esa lejanía de su casa natal llevó a Agustín a empezar una vida marcada por los vicios y el disfrute. Solo le interesaban el teatro, los baños y el sexo.
A los 17 años comenzó a compartir su vida con una chica de su edad. Con ella tendría luego un hijo: Adeodato. A pesar de su vida viciosa y despreocupada, Agustín ya mostraba una lucidez inaudita, y era considerado un joven prodigio. Era inquieto, sí, pero eso también se debía en parte a su enorme inteligencia, y a su preocupación por comprender cómo funcionaba el mundo.
Durante los siguientes años de su vida, Agustín se volcó principalmente a la filosofía, y se unió a la corriente del maniqueísmo, una doctrina religiosa muy en boga en su época que se caracterizaba por creer en la existencia de dos principios contrarios y eternos que luchan entre sí: el bien y el mal. Encontró en esa doctrina una especie de explicación para las fuerzas contrarias que habitaban su alma: sus deseos de trascendencia y su afán por el disfrute terrenal.
San Agustín y su conversión al cristianismo
El año 383 Agustín decide ir a Roma, para ejercer como profesor de gramática, ganar más dinero y triunfar. Al año siguiente se muda a Milán, a donde lo seguiría su madre, quien deseaba más que ninguna otra cosa la conversión de su hijo al cristianismo.
Las prédicas de Santa Mónica finalmente fueron escuchadas, puesto que en Milán Agustín se conocería con el Obispo, San Ambrosio, quien se convertiría en su mentor. Gracias a él, que lo interiorizó en el arte de leer las Sagradas Escrituras, Agustín volvería a abrazar la fe cristiana. Finalmente, en la Pascua del año 387, Agustín recibe el bautismo cristiano de manos de Ambrosio.
A partir de entonces, vivió una vida completamente dedicada a Dios. Fue consagrado Obispo, y pasó gran parte del resto de sus años estudiando en profundidad las Sagradas Escrituras. Se convirtió así en uno de los teólogos más importante de la historia del cristianismo hasta nuestros días.
San Agustín murió el 28 de agosto del año 430 en Hipona, donde había sido nombrado obispo treinta y cinco años antes. Fue canonizado por reconocimiento popular y reconocido como Doctor de la Iglesia en el año 1303 por el Papa Bonifacio VIII. Su fiesta se celebra el 28 de agosto. Se lo considera patrono de los teólogos, cerveceros e impresores; de los ojos y de las ciudades de Maguncia, Palermo y Pavía.
Oración a San Agustín
Oh glorioso San Agustín,
tú fuiste un hombre sensual
atormentado frecuentemente por los apetitos y deseos naturales.
Pero supiste encontrar tu camino hacia Dios
por medio del fuerte deseo
de vivir una rica vida espiritual y plena de sentido.
Ayúdame a ver las cosas como tú enseñaste,
que Dios está presente
en todos aquellos que con buena voluntad le buscan
y en todos los que le aman como El nos ama.
Ayúdame a ver a través de mis deseos de Dios
y ayúdame a ver el amor de Dios en todos mis deseos.
Te pido San Agustín,
que me ayudes a encontrar a Dios
en todo lo que veo.
Infunde en mi espíritu con el deseo de conocer
y amar a Dios con todo mi corazón.
Amén
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