Virgen de Fátima, conoce la historia de la devoción
La devoción a la Virgen de Fátima o Nuestra Señora del Rosario de Fátima, como también se le conoce, nace de una hermosa historia repleta de amor, esperanza, milagros, inocencia y fe.
Tres niños (Lucía dos Santos; y los hermanitos Francisco y Jacinta Marto), de entre 6 y 10 años de edad, se dedicaban al pastoreo de ovejas en las cercanías de la población de Fátima, en Portugal, cuando fueron visitados por un ángel.
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Era la primavera de 1916. El ser angélico, que se identificó como el Ángel de la Paz y el Ángel de Portugal, se aparecería posteriormente ante los tres niños, en dos oportunidades más (verano y otoño del mismo año), con el propósito de enseñarles a orar para obtener la Misericordia Divina.
La plegaria enseñada por el ángel a los pastorcitos es la siguiente:
¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te aman! (Repetir 3 veces)
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes con los que Él es ofendido.
Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pecadores.
Amén
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La aparición de la Virgen de Fátima
Al año siguiente (1917), los niños fueron participes de seis nuevas apariciones en la zona de Fátima.
Esta vez, la misma Virgen María los visitó, (sin identificarse), el día 13 de cada mes, desde mayo hasta octubre (a excepción del mes de agosto, cuando el fenómeno tuvo lugar el día 19).
La Virgen compartía con los niños visiones del Cielo y el Infierno, les explicaba misterios divinos y los conminaba a la oración, con especial devoción al Inmaculado Corazón de María y el uso del Rosario, para que los pecadores hallaran la Misericordia Divina y dejarán de ofender a Dios.
Ante los comentarios de los niños, cada vez más personas fueron acercándose al lugar de pastoreo. Algunos decían haber observado a la Virgen, otros solo un fulgor.
Las dudas se desaparecieron el 13 de octubre, cuando la población fue testigo de la danza del Sol y Santa María confirmó su identidad.
En el lugar de la aparición de la Virgen fue levantada una capilla, que posteriormente se convirtió en el actual santuario de Nuestra Señora de Fátima. Jacinta y Francisco murieron durante su infancia, mientras que Lucía dedicó su vida a la religión, vistiendo el hábito de las Carmelitas Descalzas.
Lucía fue participe de otras apariciones marianas y del Niño Jesús a lo largo de su vida, hasta el trance de su muerte a los 97 años de edad, momento en el que la Virgen María había prometido asistirla, como muestra de reconocimiento a su inquebrantable fe.
El 13 de febrero de 2008, el cardenal José Saravia anunció el inicio del proceso de canonización de Lucía, quien ya ostenta el título de Sierva de Dios.
Por su parte, Francisco y Jacinta fueron beatificados por el Papa Juan Pablo II, el 13 de mayo del año 2000. Los restos de Lucía, Francisco y Jacinta descansan en el Santuario de Fátima, para recordar su encuentro con la bella señora.
Oración a la Virgen de Fátima
Existen muchas oraciones para solicitar la misericordia de la Virgen de Fátima, a continuación transcribimos la utilizada por el Papa Francisco, el 13 de Octubre de 2013 en la Plaza de San Pedro (Vaticano).
En este día, el Papa consagró el mundo al Inmaculado Corazón de la Virgen María, frente a la imagen de Nuestra Señora de Fátima, que tradicionalmente se venera en Portugal.
Bienaventurada María, Virgen de Fátima, con renovada gratitud por tu presencia materna unimos nuestra voz a la de todas las generaciones que te llaman bienaventurada.
Celebramos en ti las grandes obras de Dios, que nunca se cansa de inclinarse con misericordia sobre la humanidad afligida por el mal y herida por el pecado, para sanarla y salvarla.
Acoge con benevolencia de madre el acto por el que nos ponemos hoy bajo tu protección con confianza, ante esta tu imagen tan querida es por todos nosotros.
Estamos seguros que cada uno de nosotros es precioso a tus ojos y que nada te es ajeno de todo lo que habita en nuestros corazones.
Nos dejamos alcanzar por tu dulcísima mirada y recibimos la caricia consoladora de tu sonrisa.
Protege nuestra vida entre tus brazos: bendice y refuerza cada deseo de bien; reaviva y alimenta la fe; sostén e ilumina la esperanza; suscita y anima la caridad; guíanos a todos nosotros en el camino de la santidad.
Enséñanos tu mismo amor de predilección hacia los pequeños y los pobres, hacia los excluidos y los que sufren, por los pecadores y por los que tienen el corazón perdido.
Reúne a todos bajo tu protección y a todos entrégales a tu Hijo dilecto, el Señor Nuestro, Jesús.
Amén
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